Por su condición de frutas, las conocidas como exóticas o tropicales se caracterizan igualmente por aportar fibra, vitaminas y minerales, con un contenido variable en azúcar según el punto de maduración. Su contenido calórico es igualmente bajo, con excepción de algunas ya conocidas frutas exóticas como el aguacate y el coco, y otras no tanto como el merey, una fruta suave y cremosa con un contenido en grasa similar al aguacate. Respecto a fitonutrientes como polifenoles y otros antioxidante, su contenido dependerá del tipo de fruta al que nos refiramos.
Sin embargo, por su carácter de exóticas, a este grupo de frutas se les suele atribuir propiedades saludables de dudosa base científica. Desde curación de cánceres y diabetes, hasta quemagrasas contra la obesidad, cada cierto tiempo aparecen bulos sobre los beneficios de alguna de estas frutas que se corresponden poco o nada con la realidad.
Integrar estas frutas en nuestra alimentación es una manera de añadir más variedad a lo que comemos. Requiere de tiempo y conocimiento de sus usos culinarios, además de un presupuesto holgado, puesto que no son baratas. La gran mayoría de ellas son importadas, con lo que su precio se ve excesivamente incrementado y su sabor, muchas veces, afectado por distar del real cuando el fruto está en su punto de maduración justo. Esto no quiere decir que no sea posible que llegue algún momento en el que las frutas tropicales para nosotros se conviertan en habituales y se lleguen a cultivar de algún modo en nuestro país.
Es interesante recordar que nuestra cultura ha integrado frutas que, en su día, eran exóticas y conocerlas e incorporarlas en nuestra alimentación para hacerlas propias las han convertido en habituales de nuestra agricultura y mesa. Tal es el caso de la naranja, el melón o el aguacate, por citar unos pocos. Algunos de ellos integrados en la cultura mediterránea desde la época de los egipcios, como es el caso de la sandía, y otros incorporados más recientemente como es el caso del aguacate.